Buscando nuevas texturas en la mirada más
contemplativamente sexy del pop contemporáneo, el dúo ecuatoriano MIEL
parecen haber encontrado un pasadizo secreto entre la indietrónica, el dub más
sensual y un pop alternativo tan cerca de los sintetizadores y programaciones electrónicas
como de las melodías más inmediatas y espirituales.
Esa mirada etérea y cósmica que proyectan Damián Segovia
y Martín Flies en las canciones de “Edén”, su brillante debut en largo tras
presentar en los últimos meses tres de las canciones que lo conforman y de
haberse convertido en la revelación inesperada del álbum de remixes que publicó
Mateo Kingman hace unos meses; los acerca a un registro que los emparenta, a
la vez, con el argentino Luis Alberto Spinetta o el chileno Diego Lorenzini, y
un arrojo pop contemporáneo en una órbita cercana pero más pausada que la
propuesta de los chilenos Astro o los argentinos Usted Señálemelo.
Esa misma cosmogonía pop reiniciada los aleja de los
automatismos que el grueso de las propuestas que basculan entre los
sintetizadores y ‘lo etéreo’ suele identificarse con una aproximación a la “psicodelia”
moderna. En el caso de MIEL, hay más de dub, de indietrónica pasiva, de pop
alternativo de autor, de melodías redondas, e incluso de neo-house.
Tanto cuando dibujan medios tiempos indietrónicos
redondos (“Gema”) como cuando entrecruzan a Khruangbin y Astro (“Camelias”),
cuando proyectan un Bob Marley mecánico (“Lirios” o “Mantra”) o cuando recurren
a la nocturnidad y alevosía del Gustavo Cerati de “Siempre es hoy” (“Lilas”) o
el de “Bocanada” (“Orquídeas”) para hacer de lo onírico algo ultra sexy.
Alan Queipo