Nuestras conciencia es inocente y bondadosa en su naturalidad, valorar y nutrir nuestra conexión con lo divino nos hace estar elevados.

Cerrarse a lo nuevo nos aleja de las buenas posibilidades, las oportunidades son inciertas, resistirse a vivirlas es como negar que saldrá el sol al otro día.

El proceso está lleno de Autoconocimiento, entendiendo cómo funciona la mente y los niveles de consciencia permite conectarnos con nuestra propia inspiración, deja que ella sea tu única guía.

Pausando es el modo de conectar con nuestro ser cuando perdemos la perspectiva, en cada nuevo ciclo es vital reflexiónar desde la quietud para poner el corazón sobre la razón. La quietud es la actividad más productiva.

El propósito es la intención auténtica que nos hace abrir los ojos y levantarnos de la cama con ganas de lograr, alcanzar y vivir en plenitud.

La felicidad se tiende a confundir con pequeño chispazos de placer, pero va más allá de eso, la felicidad no es instantánea, requiere tiempo, inversión en la calidad de las relaciones, y una verdadera exploración personal . La felicidad auténtica no es adictiva.

Una mirada hacia lo profundo, es esencial darle importancia a lo que tenemos de fondo, por que de allí parte la forma de nuestra comunicación y de nuestras relaciones, lo visible es un reflejo de lo que está en las profundidades de nuestro Yo.

Reconocer las emociones de forma auténtica nos facilita el trabajo interno para sanar, de lo contrario no podremos trascender el malestar.

El sufrimiento ocurre cuando nos apegamos y nos resistimos a la impermanencia de la vida, que es un constante cambio. El concepto de la temporalidad nos aferra a cosas que tarde o temprano van a transformarse.

No podemos sanar, siendo la misma persona, la transformación exige liberarnos, el espacio que deja lo que se fue, lo que soltamos, está lleno de un gran potencial. Permite dejar ir, por que gracias a eso, puedes ser libre.