En el verano abrasador de 1942, mientras el viento del desierto levantaba torbellinos de arena sobre el norte de África, el destino del Mediterráneo se disputaba a pocos cientos de kilómetros de El Cairo. En aquel momento, la guerra había llegado a un punto de equilibrio precario: el Afrika Korps del mariscal Erwin Rommel —el “Zorro del Desierto”— empujaba con fuerza hacia el este, soñando con alcanzar el Canal de Suez, la arteria vital del Imperio británico.