Romanos 13:8-14, la epístola para el primer domingo de Adviento, es muy apropiado para el Adviento, la segunda venida de Cristo. Quien tiene la actitud correcta hacia la segunda venida de Cristo también tiene la actitud correcta hacia la Navidad, la primera venida de Cristo.

"Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas". 1 Tesalonicenses 5:5. De nuevo, una explicación. Esta frase explica por qué los creyentes no serán atrapados como por un ladrón. Los cristianos, en la medida en que todavía son pecadores, a menudo se preocupan por lo que les sucederá en el último día. Pero Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, asegura a todos los cristianos que no serán sorprendidos, aunque no sepan el tiempo de la Parusía. "Todos ustedes", sin excepción, tanto creyentes débiles como fuertes.

Cuanto más se acerca el fin del mundo, más rápido aumenta el número de los burlones y más osados ​​se vuelven en sus afirmaciones (2 Pedro 3:3-14). Esto representa un verdadero peligro, especialmente para los jóvenes inexpertos que se dejan impresionar por la ostentación de conocimiento de los escépticos. Pero el cristiano debe comprender la razón de esta actitud: que estas personas siguen adelante, se comportan según sus propios deseos y pasiones. No quieren saber nada de Dios ni de su santa voluntad; su único objetivo en la vida es disfrutar plenamente de la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos y la soberbia de la vida. Y es precisamente porque la idea del regreso del Señor para el Juicio los perturba en su vida de pecado y vergüenza que intentan ridiculizar la idea del último día.

La destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. era un tipo del fin del mundo. Ocurrió repentinamente y en una manera absolutamente definitiva (Mateo 24:15-28).

La visión del ángel que vuela en medio del cielo con el evangelio eterno para predicar (Apocalipsis 14:6-7), se ha interpretado como un profecía de la Reforma. No se consideran una profecía directa específica y únicamente a la obra del Martín Lutero. Veamos un cumplimiento de una promesa en la Reforma luterana, que Dios no permitirá que se silencie su Palabra.

La naturaleza divina de Jesús le dio a su naturaleza humana poderes divinos. Por lo tanto, Jesús dice en los tres relatos (Mateo 9:1-8; Marcos 2:13-17; Lucas 5:27-32): "El Hijo del Hombre (verdadero hombre) tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados". Esto demostró que este hombre, Jesús, era verdadero Dios. Además, este Dios-hombre, Jesús, posteriormente dio a la iglesia la autoridad para perdonar pecados en la tierra.

El evangelio para el día San Lucas (Lucas 10:1-9) dice «Cuando entren en una casa, digan primero: 'Paz a esta casa'». Es para toda la familia. El saludo que dan al entrar en una casa no es un deseo. Es un regalo que se recibe o se rechaza como tal. Esta paz es un regalo objetivo, la paz que produce el Evangelio, que hace de Dios nuestro amigo y de nosotros sus hijos, para que todo nos vaya bien. Debe ser una posesión permanente.

Por amor Jesús perdona al pecador. Esta persona se convierte en una nueva criatura. Glorifica a Dios viviendo una nueva vida de humildad y amor. La exaltación final llegará al morir, cuandoJesús reciba a este humilde hombre en el cielo. Al morir, estehumilde hombre perderá su carne pecaminosa. Jesús resucitará su cuerpo purificado a la vida eterna en el cielo. (Lucas 14:1-11).

¿Qué hacen los milagros grabados por nosotros hoy en la lectura del Antiguo Testamento (1 Reyes 17:17-24) y el Evangelio (Lucas 7:11-17)? Fortalecen nuestra fe cuando se debilita. Nos dicen que Jesús se preocupa y busca a los que están indefensos, solos y desconocidos entre las personas. Las mujeres, como la viuda de Sarepta y la de Naín, recibieron sus muertos de regreso del abrazo de la muerte. "Y a Aquél que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos, o entendemos, según el poder que opera en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús, por todas las edades, por siempre jamás. Amén." (Efesios 3:20-21).

Debido a que Dios vierte su gracia y misericordia de toda su creación, podemos confiar aún más en que proporcionará más para aquellos que ha comprado con la sangre de Jesucristo (Mateo 6: 24-34). Por el Espíritu Santo, reconocemos al Señor como la fuente de todas las cosas buenas, materiales y espirituales, y allí llevan las cargas de los demás, especialmente de la familia de la fe (Galations 5: 25-6: 10).