Como si de una Greta Thunberg folktrónica se tratase, el
colombiano Simón Mejía, conocido por ser el beatmaker y mitad de Bomba Estéreo,
uno de los grupos latinoamericanos con mayor proyección global de la power
electrónica de vocación popular, ha decidido firmar un acuerdo con la Pachamama
en forma de álter ego musical.
Monte es el proyecto paralelo a Bomba Estéreo que ha
presentado hace tan solo unas semanas. Un alegato naturalista que bucea las
fronteras de la música electrónica más orgánica y selvática, con una firme intención:
acercarnos más a la naturaleza, imponer una relación más cercana, intentar
sentir los olores y sonidos a través de un cancionero que se aleja del poderío
enérgico que le aporta Li Saumet a sus bases en Bomba Estéreo, y que se
acerca a un registro de un clubbing más ambient, un house orgánico y
folktrónico pero repleto de matices que, más que invitarnos a quedarnos adentro,
nos lleva de viaje medioambiental.
Prácticamente instrumental, las pocas voces que aparecen
son para recitar poemas (Jenny de la Torre en “Mar”) o mantras naturalistas
(como el de Natalia Helo en “Colibrí”), para servir casi como instrumentos
rituales (en la indigenista “Kaka Hyká (Abuela Piedra)” con la que se abre el álbum)
o inyecciones robóticas (con esa voz casi de Loquendo que se cuela en el cierre
house de “Sol Amor”).
Pero, en general, y a diferencia de lo que proyectan Mitú,
proyecto del que forma parte Julián Salazar, también ex Bomba Estéreo; Monte
es una escapada más sosegada y psicológica, menos cargada de estímulos y mucho
más orgánica: una electrónica que bucea por un lounge folktrónico, a veces
con una mirada más clubber (“Hábitat Sur”, por ejemplo), a veces acercándose al
sonido de proyectos como Chancha vía circuito o el primer Nicola Cruz (“Mirla”)
y en otras a una suerte de ambient que juega con la idea de un tribalismo
cyber-house (“Jungla”).
Alan Queipo