Schopenhauer no quería una biografía (¡upsi!) porque creía que su obra decía más de su vida que narrar hechos, y puede que sea cierto; puede que su obra hable de su vida y de toda vida. Pero ¿por qué razón habría yo de hacerle caso a un viejito huraño, solitario, amargado, engreído, con unos lapsos de dulce ternura y brillo? ¿Por qué creerle a quien pregonaba la solidaridad frente a todo lo que sufre, a todo lo que siente? Su vida es una vida llena de contradicciones, no es consecuente con su obra, y hay muchos grises en su actuar que desde el púlpito de nuestra actualidad debemos juzgar con el peso de la historia. Él dijo que la labor del filósofo es despertar a los dormidos del dulce sueño en que ilusoriamente nos hayamos para encontrarnos con la violenta pesadilla que es el mundo; sin embargo, solo en esta pesadilla es que podemos ver la belleza y la liberación de lo que sufrimos. Los invito a que conozcan conmigo su vida, así él no lo quiera.