En medio de la euforia que viene con las fiestas de fin de año, es fácil
olvidarnos de nosotros mismos. Y no es para menos: la permanente sensación
de que nuestra vida no tiene sentido es más fácil paliarla si estamos
permanentemente ocupando nuestro cerebro en "ser felices".
Luego, cuando llegan enero y febrero, la resaca, las deudas y la necesidad de
volver a empezar un año, nos llenan de desasosiego. El panorama es negativo,
pero no es nada que no pueda solucionarse gracias a la cultura, en donde
podemos compartir esas cosas que nos hacen felices.