Mustafá Al Basam el adolescente que hackeó a la CIA y terminó trabajando para el gobierno
Londres, 4 de julio del 2011.
En un humilde piso irrumpe una unidad táctica entrenada en la captura de criminales de perfil alto.
Su objetivo es un simple adolescente de 16 años en pijama.
Su nombre: Mustafá Albasam.
No parece peligroso.
Ni siquiera parece ser capaz de lo que le acusan, pero…lo es.
Detrás de la pantalla, el joven se esconde bajo el alias T Flow.
Y fue uno de los seis creadores de Lulz Sec.
Junto a un grupo de hackers pusieron en jaque a gobiernos, corporaciones y agencias internacionales.
Sony, Nintendo, PBS, la Fox, el FBI y la Cia.
Mustafá es el más joven y el más talentoso de aquellos hackers.
Con apenas 16 años rompió códigos que muchos expertos considerarían imposibles.
Esta es la historia de T Flow.
Mustafá nació en 1996 en Bagdad, Irak.
A los seis años, su familia emigró al Reino Unido, al sureste de Londres.
Con ocho años, su padre le regaló un ordenador.
Mustafá era un aficionado a los video juegos.
Y de ahí comenzó a profundizar en cuestiones más complejas.
Aprendió sobre algoritmos, códigos y análisis de datos.
Incluso llegó a crear sus propios sitios Web mediante Microsoft Frontpage.
Dicen que tenía un don para la informática.
De crear pasó a hackear.
Quería saltarse las barreras.
Una vez, estaba sólo en su habitación haciendo los deberes de matemáticas.
Necesitaba una calculadora y no tenía ninguna a mano.
Buscó una calculadora online en el navegador.
Descubrió que el código fuente del sitio era visible.
Y Mustafá lo modificó en tiempo real.
Reescribió líneas y cambió funciones para alterar el comportamiento de la página.
Sin malware ni virus.
No tenía intención de dañar sólo mera curiosidad.
Desde ese instante sintió satisfacción por hackear otras webs.
Todo lo que fuera vulnerable lo atacaba.
Solo por el puro placer de cambiarlo.
Era autodidacta, metódico y muy obsesivo.
Llegó a hackear el servidor de su propio colegio, un sistema cerrado.
Allí accedió a toda la información confidencial: Expedientes académicos, documentos internos…
Aquello no fue suficiente para el joven.
Necesitó encontrar un verdadero desafío.
Y se adentró en el corazón de los foros underground.
Recorriendo las comunidades secretas, las salas de chat cifradas y lo oculto.
Lugares donde los hackers compartían sus herramientas y sus explosivos secretos.
Con sólo 14 años, Mustafa ya había transitado por todo ese mundo en la trastienda de Internet.
Por fin, un suceso le animó a sumarse a la rebelión contra el sistema, contra el gobierno.
Llegó la hora de poner a prueba sus conocimientos de hacker.
Mustafá siguió la operación Payback, organizada por el grupo Anonymous.
En el 2010 Wikileaks publicó unos 250.000 documentos clasificados del gobierno estadounidense.
Aquello fue una amenaza para la seguridad nacional y declararon a Wikileaks como enemigo de la nación.
Mastercard dejó de hacer donaciones a su web.
A modo de venganza, Anonymous lanzó ataques contra Mastercard, Visa y Paypal.
El FBI tuvo que intervenir para cazar a los responsables.
Mustafá se unió a Anonymous con 15 años.
En su primera misión participó en uno de los mayores ciberataques hasta el momento.
Fueron a por el gobierno de Túnez.
El pueblo se levantó contra el dictador Ben Ali, cansados de su represión.
Anonymous hizo de Robin Hood: Hackeo sus webs oficiales, filtró documentos clasificados y permitió que los activistas navegaran de forma anónima.
Al final, el presidente huyó a Arabia Saudí.
Mustafá se colgó su primera medalla.
Había dado la talla.
Anonymous es un grupo demasiado grande y anónimo.
Así que Mustafá decidió formar un subgrupo con su propia identidad: Lulzsec.
De nuevo, quiso romper las reglas establecidas.
De los seis miembros fundadores, Mustafá era el más joven.
La cosa se desmadró.
En su operación inicial lanzaron una ola de ataques cibernéticos contra gobiernos y corporaciones.
En la Antisec.
Atacaron directamente a la empresa HB Gary, una compañía del FBI, que se dedica a rastrear a los hackers.
El CEO Aaron Barr declaró la guerra pública a Lulzsec.
Mustafá y los otros cinco respondieron con un ataque devastador.
Filtraron más de 70.000 correos confidenciales.
Humillaron públicamente a esta empresa.
Su siguiente target fue Infragard.
Una red que conecta al gobierno con algunas empresas privadas.
El propio presidente de entonces, Barack Obama, declaró la guerra a los cibercriminales de Lulz Sec.
Aquello ya no era un juego, eran palabras mayores.
Mustafá y los cinco entraron en las contraseñas internas y recabaron datos de algunos miembros del FBI.
La información más sensible que encontraron para chantajearles fue la de un hacker, que colaboraba con ellos, un tal Karim Hijazi.
Karim trabajaba probando la seguridad de su sistema.
Lulzsec le amenazó con filtrar su información si no colaboraba con ellos.
Karim se negó y los seis hackers apuntaron a su objetivo final: la Cia.
Colapsaron sus bases de datos internas.
Cuatro horas de caos.
Con 16 años, Mustafá había hackeado las webs más protegidas del mundo.
Otra medallita para él.
No contaron con que dentro de su propio grupo saldría un traidor.
Héctor Xavier Monseguir, alias Sabu.
Al igual que Mustafá, fue miembro de Anonymous.
El FBI le arrestó y le dio un ultimátum: O colaboraba con la justicia o iría a prisión.
Sabu se convirtió en su informante.
Les adelantó los planes que pensaban seguir los hackers de Lulz sec.
Acabaron descubriendo sus identidades y decidieron ir a por…Mustafá Albasam.
Volvemos a la escena inicial.
Le detuvieron y le acusaron de 84 delitos.
El interrogatorio duró horas pero no reveló nada importante.
Mayo de 2013.
Mustafá va a juicio junto al resto de los componentes de Lulz sec.
Todos se declaran culpables.
Sin embargo, a Mustafá sólo le caen dos cargos en su condena.
Una sentencia suspendida de 20 meses y 320 horas de trabajo comunitario.
Cumple su pena ayudando en una tienda para personas sordas y ciegas.
Lulz Sec llegó a su fin.
En Anonymous no querían saber nada de él.
La vida continuó.
Mustafá se doctoró en la universidad de Londres.
En el 2021 fundó Celestial Labs una empresa de ciberseguridad basada en la tecnología blockchain.
Se había pasado al lado de los emprendedores.
La revista Forbes le incluyó en su lista como uno de los jóvenes emprendedores tecnológicos más prometedores.
Hoy asesora a gobiernos y a empresas sobre ciberseguridad.
Sabe de lo que habla, él mismo estuvo en el otro bando.
En el presente, es millonario y sigue rompiendo las reglas pero…de otra manera.