Cuando Scum apareció en 1987 bajo el sello Earache Records, la escena extrema recibió algo más que un debut: recibió una explosión nuclear. Napalm Death, un grupo de jóvenes británicos inflamados por el descontento político, el punk más nihilista y el metal más corrosivo, definió —casi sin proponérselo— un nuevo lenguaje sonoro. Scum no fue solo un álbum; fue un acto de sabotaje cultural, un manifiesto de furia comprimido en 33 minutos que pulverizó los límites de lo que podía ser llamado “música extrema”.