Natanael Cano es la cabeza más visible de un nuevo
género que ha enganchado a la juventud en México: “los corridos tumbados”, un
híbrido entre las canciones que se popularizaron durante los años de la
revolución especialmente en los territorios de frontera con Estados Unidos y
las nuevas tendencias del hip hop con trap y electrónica. Para estos artistas
es natural mezclar ambos universos: es lo que se escucha en las calles.
Nacido en Hermosillo (Sonora) hace poco más de 20
años, este cantante aprendió a tocar la guitarra en tutoriales de YouTube
durante la adolescencia siguiendo la estela de Ariel Camacho, fundador del
grupo de neo corridos Los Plebes del Rancho que murió en un accidente de
tráfico en 2015 con sólo 22 años.
Su colaboración con el rey actual del trap latino, el
puertorriqueño Bad Bunny, en el remix de su tema ‘Soy el diablo’ le convirtió
el año pasado en una de las personalidades con más proyección de la nueva
música mexicana, un potencial confirmado con su fichaje por el sello de
referencia en el género, Rancho Humilde (con sede en Los Ángeles).
Sus volúmenes de ‘Corridos tumbados’ son una muestra
de las características de este universo que toma el sonido pausado de los
corridos y la estética callejera (en las letras no faltan las referencias a las
drogas y las juergas) y la cadencia de las rimas del rap. En esta segunda
entrega aparecen algunas de las voces más talentosas del circuito, como las de
Juanillo Díaz y Junior H.
Quizá lo más fascinante de Natanael Cano sea su
habilidad para caminar entre dos universos a priori tan alejados, el del trap y
las rancherías. Su figura representa como ninguna otra la falta de prejuicios
de una generación que está cambiando la forma en que nos acercamos a la música.
Como ejemplo, su más reciente lanzamiento, el disco ‘Trap tumbado’, donde
cambia de registro y lleva su sonido hacia lo contemporáneo. Desde ambas
ópticas su propuesta funciona.
Jose Fajardo