En el confinamiento, los campanarios no cesaron. Se convirtieron en los protagonistas indiscutibles de los sismógrafos. Durante la primavera de 2020, el umbral de ruido promedio diario bajó entre 1 y 5 decibelios por debajo del nivel de referencia previo al confinamiento. Los instrumentales apenas despertaban en las horas en punto. Las agujas de los sismógrafos se desperezaban al compás de otras, las de los relojes.
Por ejemplo, en Grecia, vieron cómo las campanas no suenan después de comer para respetar la siesta. En el caso francés, se preserva, según la señal, el toque del Ángelus de las 7:00. En España se suelen apagar por la noche.
Los sismógrafos no suelen tener una actividad tan pacífica cuando son noticia. Y eso lo saben bien en La Palma, adonde te propongo que nos acerquemos un momento. Porque los volcanes y terremotos fueron los otros grandes protagonistas mientras contábamos las olas. Y hoy lo siguen siendo.