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Dios nos ha dado todo lo necesario para nuestra santificación, pero así mismo nos hace responsables de avanzar en ella. Filipenses 2:12-13 nos exhorta: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Esta concordancia entre la gracia de Dios y nuestro esfuerzo activo es clave para entender que Dios es quien nos equipa para la santidad y nosotros somos los que se ejercitan en la santidad. No podemos crecer en santidad sin sudor. No es posible vivir una vida santa en Cristo si no nos dedicamos intencional y persistentemente a luchar contra el pecado y a cultivar las virtudes que Dios nos manda.
La santidad no es algo que obtenemos de manera pasiva, sino con “sudor y esfuerzo”, siempre bajo la gracia de Dios, en su poder y providencia. Si queremos crecer en santidad, debemos estar dispuestos a esforzarnos, a correr la carrera con perseverancia, a luchar la buena batalla de la fe. La santificación no ocurre de la noche a la mañana, pero si seguimos buscando sabiduría, actuamos con urgencia, nos determinamos a seguir adelante, obedecemos a Dios y asumimos nuestra responsabilidad, podremos ver cómo Dios nos transforma día a día, conformándonos a la imagen de Su Hijo.
Como dijo John Owen: “Mata el pecado o el pecado te matará”. No dejemos de "sudar" en nuestra búsqueda por la santidad.
By samuel hernández clementeDios nos ha dado todo lo necesario para nuestra santificación, pero así mismo nos hace responsables de avanzar en ella. Filipenses 2:12-13 nos exhorta: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Esta concordancia entre la gracia de Dios y nuestro esfuerzo activo es clave para entender que Dios es quien nos equipa para la santidad y nosotros somos los que se ejercitan en la santidad. No podemos crecer en santidad sin sudor. No es posible vivir una vida santa en Cristo si no nos dedicamos intencional y persistentemente a luchar contra el pecado y a cultivar las virtudes que Dios nos manda.
La santidad no es algo que obtenemos de manera pasiva, sino con “sudor y esfuerzo”, siempre bajo la gracia de Dios, en su poder y providencia. Si queremos crecer en santidad, debemos estar dispuestos a esforzarnos, a correr la carrera con perseverancia, a luchar la buena batalla de la fe. La santificación no ocurre de la noche a la mañana, pero si seguimos buscando sabiduría, actuamos con urgencia, nos determinamos a seguir adelante, obedecemos a Dios y asumimos nuestra responsabilidad, podremos ver cómo Dios nos transforma día a día, conformándonos a la imagen de Su Hijo.
Como dijo John Owen: “Mata el pecado o el pecado te matará”. No dejemos de "sudar" en nuestra búsqueda por la santidad.