La frase "debajo del sol", repetida a lo largo del libro de Eclesiastés, describe la existencia humana desde una perspectiva terrenal y limitada, excluyendo a Dios del panorama. Es la vida que busca significado en las cosas temporales, que anhela satisfacción en lo creado, pero que termina frustrada por la futilidad y el vacío de todo esfuerzo separado del Creador. Este concepto nos muestra una existencia marcada por el nihilismo, la monotonía y la desesperanza, donde la plenitud y el propósito son siempre esquivos. Sin embargo, esta oscuridad apunta a la luz: en Cristo, la vida bajo el sol encuentra su redención, sentido y plenitud.
¿QUÉ ES LA VIDA "DEBAJO DEL SOL"?
"Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad." (Eclesiastés 1:2)
El Predicador expresa una verdad desconcertante: toda actividad humana, desde una perspectiva meramente terrenal, es vanidad. La palabra hebrea para "vanidad" (hevel) transmite la idea de algo pasajero, sin sustancia, como un vapor que desaparece. Sin Dios, la vida carece de propósito último, convirtiéndose en un ciclo interminable de intentos fallidos por alcanzar lo inalcanzable. Este vacío existencial es el eco de un corazón creado para algo eterno, pero atrapado en la transitoriedad.
2. Un fastidioso cansancio
"Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír." (Eclesiastés 1:8)
El esfuerzo humano, aunque promete satisfacción, nunca logra cumplirla. El ojo que mira siempre desea más; el oído que escucha nunca se sacia. En su búsqueda insaciable de sentido, el hombre se agota, pero no encuentra alivio. Este cansancio refleja el profundo vacío espiritual que solo puede ser llenado con aquello que trasciende lo terrenal. Jesús, al ver esta sed, invitó a los cansados y cargados a venir a Él para hallar descanso (Mateo 11:28).
"No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después." (Eclesiastés 1:11)
El Predicador señala una verdad desconcertante: las obras y los logros humanos son olvidados con el paso del tiempo. Generaciones enteras nacen, viven y desaparecen, dejando pocos rastros de su existencia. Sin una conexión con lo eterno, incluso los mayores logros son como huellas en la arena, borradas por las olas de la historia. Esta empresa fallida clama por algo más duradero, algo que solo Cristo ofrece: un propósito eterno que trasciende el tiempo y la muerte.
Saciedad, descanso e inmortalidad: solamente en Cristo
En Cristo, la vida bajo el sol encuentra su redención. Él es el Pan de Vida y el Agua Viva que satisfacen el hambre y la sed de nuestras almas (Juan 6:35; 4:14). En Él, hallamos descanso verdadero, pues Su yugo es fácil y Su carga ligera (Mateo 11:28-30). Y en Él, recibimos inmortalidad y propósito eterno: "El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25).
Cristo transforma la vanidad en propósito, el cansancio en descanso y el fracaso en victoria eterna. En Él hallamos la plenitud que nuestros corazones anhelan, la esperanza que sostiene nuestras almas y el significado eterno que trasciende la vida bajo el sol. "En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11). Amén.