Leí la conmovedora historia de una niña que quedó sin madre al nacer, por tal razón el apego a su padre era inmenso; cada navidad era tradicional verlos bailar, era una especie de ritual familiar que tomaba más fuerza cada año. El hombre era carpintero y se daba por completo a construir un mundo ideal para su pequeña.
– Papi!, ya casi termino mi postre, prepárate para nuestro baile – Decía mientras sus ojitos vivarachos no dejaban de brillar.