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Una sola persona –el australiano James Harrison– salvó la vida a millones de niños gracias a un raro anticuerpo de su sangre. Su plasma se convirtió en la base de un tratamiento que le hizo recibir el apodo de “el hombre del brazo de oro”.
Una sola persona –el australiano James Harrison– salvó la vida a millones de niños gracias a un raro anticuerpo de su sangre. Su plasma se convirtió en la base de un tratamiento que le hizo recibir el apodo de “el hombre del brazo de oro”.