Los que hemos experimentado el amargo sabor de la soledad, entendemos que es como estar en una cárcel a oscuras, en una carretera sin señales, intentar aterrizar un avión sin luces en el aeropuerto. El sueño de una luz que nos guíe y una mano que nos tome para guiarnos en medio de la soledad, es lo que Jesús dispone para cada unos de nosotros. Él prometió nunca dejarnos en soledad.