Palabra de Dios: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.

Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío.

Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán. Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,

en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion.

Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; escucha, oh Dios de Jacob. Mira, oh Dios, escudo nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu ungido. Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.

Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.” 

Salmos 84

Perlas: El Salmo 84 es la descripción perfecta de lo que es una vida con la cabeza en el cielo y los pies en la tierra. El alma de esta persona anhela la Presencia de Dios en su vida y anhela esa conexión más que cualquier otra cosa que el mundo pudiera ofrecerle. Esta persona entiende perfectamente la bendición enorme que puede disfrutar aquí en la tierra, si camina en las fuerzas del Señor, y si en su corazón están los caminos perfectos de Dios; todo su ser está conectado y recibiendo fuerzas de lo alto, y los caminos de Dios están pintados y marcados en su corazón, y en esos caminos anda porque eso es lo que está sembrado en su corazón. No simplemente adora a Dios con sus labios, sino con su obediencia.

El salmista sabe que, porque adora al Señor y ama Su Presencia, Dios es su escudo de protección, su sol, su luz y su fuente de vida. Camina confiado en obediencia en los caminos que Dios preparó para él, ha aprendido a ser íntegro, y sabe que Dios no le negará ninguna bendición. Cierra reconociendo que es dichoso y feliz porque ha aprendido a confiar y a obedecer a Dios. Cuando entiendes la bendición y la dicha que hay detrás de la obediencia y la integridad, obedeces con gozo aunque te duela, aunque no entiendas… enfocándote en lo que no se ve, en lo que tiene valor eterno, agradando a Dios.

Oración: Señor, al leer el Salmo 84, me siento confrontado y animando en mi espíritu a consagrar aún más mi vida a Ti. Quiero todas las bendiciones que alcanzan los que viven con la cabeza en el cielo y los pies en la tierra, aquellos que caminan en los caminos que escribiste en sus corazones, aquellos que viven en integridad, y a quienes no les niegas nada bueno. Quiero vivir confiado en que Tú eres mi escudo y mi sol, quiero vivir cada día de mi vida viendo Tu gracia y Tu gloria sobre mí, y alrededor de mí. Señor, anhelo con todo mi ser poder pasar por los valles de lágrimas de la vida y ver cómo Tú los conviertes en fuente. Padre, anhelo ser llevado por ti de poder en poder, de victoria en victoria y de triunfo en triunfo. Hoy me rindo en Tus brazos de amor. Te pido que me abraces, me inundes con Tu amor y me des pasión por estar en Tu Presencia, por ser lleno de tu Presencia, de Tu fuerza, de Tu paz y de Tu sabiduría. Amén.

Reto del día: “Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.” ¿Por qué piensas que es dichoso el hombre que confía en Dios? ¿Qué tanto confías en Dios? ¿Cómo afecta tu falta de confianza en Dios, tu capacidad para hacer lo que Él te pide? ¿Qué tan dichoso eres? Deja que Dios te lo muestre. Escucha su voz.