La iglesia de Santa Ana de Jerusalén fue construida, a inicios del s. XII, durante el reinado de
Melisenda. Se levanta cerca de la piscina de Betesda, sobre el lugar donde, una tradición,
indica estuvo la casa de los santos Joaquín y Ana y donde, por tanto, tuvo lugar la natividad de
la Virgen María.
Es un ejemplo, bien conservado, de la arquitectura románica de los cruzados en el Oriente
próximo.