Hablamos del don y la belleza de la amistad, uno de los valores humanos más universalmente reconocidos, que encuentra la mejor coronación en su versión cristiana, pues, no en balde, el propio Cristo dijo a sus discípulos en la Última Cena: “No os llamo siervos… a vosotros os he llamado amigos” (Jn 15,15).