Mor-discos

Omar Apollo – Apolonio (Warner Records, 2020)


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Icono de la generación que ha pasado su adolescencia en
su habitación viendo el mundo a través de YouTube e Instagram y escuchando a
Frank Ocean, Daniel Caesar, Blood Orange y Chance the Rapper en vez de boybands
o nuevos pastiches radioformuleros; pero, también, hijo de mexicanos instalados
en Indiana hace algo más de dos décadas; y, por encima, un curioso caso de
estudio que lo ubica en un circuito equidistante entre el bedroom pop, el urban
con guitarras y el sarcasmo pop; Omar Apolonio Velasco, u Omar Apollo para
el respetable, se da la mano a sí mismo en su material menos cohesionado y, a
la vez, polifónico del estadounidense de ascendencia latina.

“Apolonio” no solo es el segundo nombre que sus padres
escribieron en su partida de nacimiento hace 23 años, sino también su nuevo
álbum, el más largo hasta la fecha y, si acaso, el que ofrece más caras de sí
mismo.
Marcado claramente por el sonido de los mellow beats que marcan a toda una
generación de herederos del r&b más pesado, de los bajos gordos y sucios
que van persiguiendo el beat y las guitarras filtradas en chorus (ahí están ese
gran hit que es “Kamikaze”, pero también las falseteras “Stayback”, “Want U
Around” o “Hey Boy”, junto a la colombiana Kali Uchis); su más reciente
material proyecta tantas miradas como ventanas tiene abiertas en su navegador
musical.

Más allá de la clara querencia que tiene por artistas
como Prince, Sade o Aaliyah (ese r&b de corte funk mediotiempista); en su
nuevo disco, Omar Apollo se permite licencias inimaginables para un artista
cuya exposición prácticamente le exigía un gran material cohesionado, sin
sensación de cajón de sastre.

Él se lo ha pasado por el forro, y firma una suerte de
relato de clase obrera en clave de corrido mexicano hermanado con la generación
que capitanea Natanael Cano en un temazo como “Dos Uno Nueve (219)”, donde
suelta frases como “Antes era un cero, pero ahora sobran los ceros que gané por
un contrato que firmé”; pero también le roba (literalmente: la línea de guitarra
es de Albert Hammond Jr.) una canción a The Strokes (“Useless”); se permite
bucles lo-fi a modo de epílogo soul (“The Two of Us” es muy Mariah Carey); le
allana el camino a lo que debería estar haciendo Justin Bieber (“I’m Amazing”
sería un hit global en voz del rey de los believers); y hasta firma uno de los
hits pop del año (“Kamikaze” es una joya after-funk y ultrapop).

Nunca un cajón de sastre tan oscilante ha sonado a tal
reivindicación de lo que son las figuras pop de dormitorio de la tercer década
del siglo XXI.

Alan Queipo
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Mor-discosBy Radio Gladys Palmera