La afición está muy enfadada después de lo sucedido el pasado sábado en La Rosaleda. No le falta razón a Fran Escribá cuando dijo que el partido en rueda de prensa se había perdido porque los jugadores del Málaga CF habían ganado todos los duelos individuales. Es cierto, los blanquiazules superaron en mucho a los rojiblancos, hasta el punto que Diego Mariño fue el mejor jugador de los granadinistas. Las paradas el vigués evitaron una derrota mayor. Pero las palabras del técnico, que sorprendentemente no han tenido consecuencias de cara a nada, ni a nivel deportivo ni tampoco directivo, extrovierten algo que preocupa. El entrenador denuncia, según mi punto de vista, entre líneas que los contrario le echaron más ardor y que en definitiva corrieron y lucharon más que los jugadores que el entrena. En este caso, en el pecado lleva Escribá la penitencia. Evidentemente para que esto reaccione, para que este Granada CF funcione en los cuatro partidos que le restan para concluir la competición regular, los jugadores, actúe quien actúe, salga y salte al campo el que lo haga, tiene que hacerlo de otra manera. La entrega no se negocia, el pundonor y la lucha siempre tiene que estar ahí, da igual que el futbolista en cuestión tenga o no contrato para la próxima temporada. No deben olvidar los profesionales que se deben al club que les paga y que, por lo menos, hay que correr y dejarse la vida en el campo. Se suba o no se suba. Y acierte o no su entrenador, que este ya es otro tema.