Beaumarchais era, como moliere, maestro en arte de descubrir inquietudes y pasiones en la escena, con una agridulce vena cómica que, aveces, raya en lo trágico. Pero la grandeza de Mozart y de Lorenzo Daponte fue que rasuraron todo lo político y dejaron una comedia en donde seguía ganando el sirviente sobre el noble pero además retrataron un tema igual de controversial: SEXO.