Durante la Primera Guerra Mundial, los ataques con bombarderos y zepelines alemanes en Gran Bretaña dejaron 1.500 civiles muertos. En los años posteriores al Armisticio de 1918, el gobierno británico anticipó que en futuros conflictos se verían bombardeos aéreos aún más mortíferos. Entonces, cuando estalló la guerra en septiembre de 1939, Londres se movió rápidamente para evacuar a un millón y medio de civiles, en su mayoría niños, de los pueblos y ciudades de la nación a la relativa seguridad del campo o la costa. El plan se denominó Operación Pied Piper.