En el invierno de 1942, seis comandos británicos y cuatro resistentes noruegos, armados con poco más que un bote de pesca y un montón de turba, burlaron sigilosamente la seguridad portuaria nazi para atacar el acorazado alemán Tirpitz. Sin embargo, un giro brusco del tiempo los sumió en una gélida pesadilla nórdica que les costaría la vida en una de las tácticas fallidas más audaces de la Segunda Guerra Mundial.
La construcción del legendario Tirpitz en 1941 no era un secreto. Al igual que su infame gemelo, el Bismarck, el Tirpitz estaba armado con ocho cañones de 15 pulgadas lo suficientemente potentes como para amenazar a todos los barcos frente a la Noruega ocupada por los alemanes. Los Aliados querían hundirlo y estaban dispuestos a experimentar para conseguirlo.