La compasión debe nacer de nuestro corazón. Siendo compasivos sentiremos mas que simpatía, empatía por nuestro prójimo. No dejaremos pasar sus sufrimientos sin aliviarlos pues nuestro corazón arderá de deseo por ayudar. La genuina compasión no anda criticando a quienes podemos ayudar, no se compone de juicios ni de malestar. Siendo compasivos aprendemos a amar al pecador aunque no a su pecado. La compasión hace que seamos felices ayudando al desventurado que no puede recompensarnos, pues lo hacemos por amor genuino. La compasión que proviene del Espíritu de Dios, nos hace capaces de perdonar las ofensas en nuestra contra, sean intencionadas o no y que estemos dispuestos a echar a un lado cualquier resentimiento confiando en Su justicia perfecta. Solo de esta forma, podemos comprometernos con Dios a amar a todos por igual. Oremos para ser compasivos como Jesús lo fue, esto hará de nuestra comunidad un espacio lleno de Amor. 

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