Tristemente, muchos de nosotros somos muy fervorosos en la iglesia, pero en nuestro diario vivir olvidamos que Jesús es nuestro centro. Nos comportarnos según la preferencia o la presión de los grupos que frecuentamos. A diario, vemos personas de influencia mostrando una vida ejemplar en público, pero en su intimidad viven en oscuridad aferrados a pecados ocultos. Viven una doble vida que oculta sus temores, sus frustraciones y sus debilidades ante la gente. Hemos olvidado que lo que agrada a Dios es nuestra honestidad, más que los sacrificios. Necesitamos pedir perdón a nuestro Padre Celestial por nuestra falta de transparencia. Si verdaderamente le amamos, podemos respetarle sin que nos pese. Si Su Espíritu vive en nosotros, nuestros pensamientos serán más limpios y transparentes. Pondremos en práctica el consejo del Apóstol Pablo en Filipenses 4:8 (TLA): …hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado. Oremos por ser Transparentes.
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¡Bendiciones en extremo!