Llorar es algo que en nuestra humanidad no deseamos hacer, pero llorar delante de Dios, es la forma saludable de desahogar el alma. Llorar con el Padre hace que las crisis se conviertan en desafíos y oportunidades que comprueban la verdad de Sus promesas. Dios es Amor y bendice a los que sufren porque siendo probados como Jesús en el Getsemaní de las angustias, son aprobados por Él por su fidelidad. 2da Corintios 4:17 se cumplirá en nosotros: “Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades!”
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