A medio camino entre el synthpunk más camp, una pachanga
en algún parque del barrio compostelano de Fontiñas, una alianza
psicodélico-verbenera de dos referentes de la facción más populosa (que no
populista) de la Generación Z gallega y una suerte de exaltación de la amistad
a bocajarro, Chicho y Nuno, o lo que es lo mismo, Ortiga y Grande
Amore, juegan a ser “Los Rastreadores”, el espacio común en donde dos amigos y
compañeros de sello se han encontrado musicalmente en plena pandemia.
Breve y a la vez inabarcable, tan ciclotímico como
polifónico, tan surrealista como inmediato, en menos de media
hora y seis canciones, el compostelano y el burelés se atreven a tender varios
puentes de experimentación sonora, llevando incluso sus propios registros al
límite, y encontrándose en espacios donde ni uno ni otro habían explorado; y
sabiendo adaptarse también al registro del otro.
Con Hevi (uno de los productores más esquivos y
prestigiosos de la música gallega de este siglo, y productor habitual de ambos
en sus proyectos en solitario) como alquimista y médium, en “Los
Rastreadores” no pierden ese gusto tan campechano por hacer gestos a la cultura
popular con tanto sarcasmo como respeto; pero, sobre todo, se atreven a
hacer una llamada tanto al registro de rap hooligan de Sleaford Mods
(“Papando”), lanzarse con una suerte de bedroom bossa nova (“Nrtkm”), dedicarse
a romper las fronteras del electropop (“Un agarrado”) o el bakalao más ravero
(“Fiesta Chill”), jugar a ser los nuevos Tiziano Ferro (“Mondo Dolore”) o
desarrollar la facción más psicodélica del sonido verbenero de Ortiga (“Seis”).
Alan Queipo