A veces pasa que tiene que venir alguien de fuera a
entender y transmitir mejor la idiosincrasia de los países que habitan. Esa
mirada casi exótica y de visitante que acaba jugando de local es la que tuvo el
siciliano Andrea Corsini, conocido popularmente como Ignacio Corsini, cuando
llegó a Buenos Aires en 1901, a los diez años de edad, en un buque
transatlántico.
Los años le hicieron entender mejor la idiosincrasia
bonaerense y porteña, viviendo y trabajando en ciudades como Carlos Tejedor o
el barrio de Almagro, donde conoció al payador José Luis Betinotti, que se
convertiría en un modelo a seguir. Un modelo que le inyectó la pasión por
canciones de tinte campero, folclórico o los géneros que mejor definieron su
perfil artístico: el tango y la milonga guitarrera.
Para bien o para mal, coincidió en tiempo y lugar con
Carlos Gardel, la omnipresente figura y casi logotipo del tango en todo el
mundo, que eclipsó figuras como las de Corsini que, sin embargo, dejó un
repertorio indeleble de clásicos populares que forman parte de la genética de
la canción federal argentina, que ayudaron a construir un proto-lunfardo de tango-canción
elemental.
De ahí que un trovador contemporáneo como Pablo Dacal
haya decidido reivindicar la figura del trovador italo-argentino que compuso
clásicos como “La Pulpera de Santa Lucía”, “La China de la Mazorca” o “La
Bordadora de San Telmo”, entre otras. La reivindicó en el ensayo “Por qué
escuchamos a Ignacio Corsini”, que editó Gourmet Musical; y, mejor y más
gráfico aún, lo revindica en este “Cancionero Federal” en el que versiona
varias de las canciones más populares de Corsini, especialmente las que
escribieron iconos olvidados como Héctor Pedro Blomberg y Enrique Maciel.
Un cancionero en crudo y casi en directo, en el que Dacal
se rodea de tres guitarristas que llevan estas milongas, valses y el clásico
formato de tango-canción a un nivel de transparencia y frontalidad que es la
mejor manera de entender cómo repertorios que empiezan a contar sus años en
siglos sigan floreciendo atemporales y absolutamente necesarios de recuperar.
Alan Queipo.