El grupo de cerca de 50 personas caminaba por aquella zona desértica. La penuria de una larga jornada se reflejaba en delgados cuerpos y en lo desgastado de la escasa ropa de piel que les cubría; eran niños, hombres y mujeres jóvenes, los mayores habían quedado en el camino de aquella larga jornada, que llevaba ya varios inviernos. Habían sido expulsados de las tierras del norte por tribus más belicosas y fuertes; cada vez que se asentaban en algún lugar, eran, de nueva cuenta, expulsados y obligados a buscar una nueva migración hacia el sur, en tierras cada vez más desérticas, en un peregrinar que había durado ya varias generaciones.