En 1 Samuel 3:15-18 RVR1960 leemos que Samuel recibió palabra de Dios. Sin embargo, el joven profeta no corrió a anunciarlo a todos ni se llenó de orgullo. Al contrario, sintió temor y guardó en su corazón lo que había escuchado. Solo cuando Elí le pidió que contara la visión, Samuel habló con humildad y fidelidad.
Este pasaje nos enseña que escuchar a Dios no nos hace superiores a los demás. Muchas personas, cuando creen haber escuchado a Dios, se llenan de soberbia o incluso manipulan diciendo: “Dios me mostró”. Pero esa no es la manera correcta de actuar. Cuando Dios habla, lo hace para guiar, corregir y edificar, no para que usemos su voz como instrumento de poder personal.
El pastor Jhonatan Castañeda en estas reflexiones cristianas resalta que Samuel es un ejemplo de humildad. Él entendió que la palabra recibida era una responsabilidad, no un motivo de orgullo. Esa actitud es la que debemos imitar: guardar con reverencia lo que Dios nos dice, discernirlo a la luz de la Escritura y obedecer con un corazón humilde.
👉 Entonces, ¿qué hacer cuando Dios me habla?
Recibir con humildad: la voz de Dios no nos hace mejores que otros.
No manipular la palabra: nunca uses el nombre de Dios para tu conveniencia.
Obedecer con reverencia: reconoce que la palabra es de Él, no tuya.
La voz de Dios es un regalo que debe llevarnos a la obediencia, no al orgullo. Que podamos decir como Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo oye”, y que nuestras acciones reflejen su carácter.
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