La presencia de Dios es una lluvia de avivamiento que alimenta nuestro espíritu.
Aunque el resurgimiento de la hoguera del Señor haga una espera, tú no has sido indiferente, y has comido y bebido del nutriente del Espíritu de Dios.
Amar y vivir la presencia y ordenanza de Dios, cambia para bien toda tu vida. Basta de autoengaños con solo hacer acto de presencia en la Iglesia.
La religión no es la enseñanza dogmática de vida que Dios nos predica. No seas el que juzga la fiesta y el que, por el contrario, no la disfruta..
El espectador es un crítico carnal que obstruye el fluir, que, en lugar de ser predicador, es enjuiciador.