Tú como David, pon por delante tu fe y tu determinación para vencer al gigante que enfrentas. No te paralices y no te detengas.
En tu tribulación, pide al Espíritu Santo que te diga cual es el motivo por el cual tu marcha se ha detenido.
Recuerda que, si tú crees en una mentira, esta se va a convertir en tu falsa realidad.
El hecho de que hayas tardado en darte cuenta de la mentira en la que vivías, no quiere decir que tu fe no sirve.
Si dudas acerca de si Dios va a traer el milagro a tu vida, expande y estira tu fe.
Mi fe no depende de la acción o reacción de ninguna persona. En Cristo está mi fe fundamentada y correcta.
Escucha: hasta donde esté limitada tu fe, hasta ahí estará tu realidad.
Es el permiso de la fe que se expande lo que hace posible que tu dimensión de hijo heredero siga fluyendo.
Los límites espirituales que yo alimento, están en mi mente. Mi fe abre camino a la credulidad.
Lo que ves y lo que pisas debe ser conquista y ensanchamiento del espíritu de fe que tu profesas.
La fe lo abre todo, y por la fe te seguirá la bendición.
Expulsa el lastre de pensamientos de dolor. Deja de ver que solo lo malo es lo que circunda tu vida. Sin fe es imposible agradar a Dios.
Mira a tu alrededor, respira, mira dentro de ti, mira a tu hermano, y verás que no hay instante en la vida que deje de ser el milagro de Dios en tu vida. Clámalo para que todos lo sepan.