Sevilla, desde tiempo inmemorial había sido considerada por quienes la visitaron como un auténtico vergel. Ayudaban a darle este prestigio la suavidad de su clima que permite la renovación de flores en las cuatro estaciones del año, el gusto de las muJeres sevillanas por el adorno floral, y la disposición de las casas, dotadas de patios, azoteas y balcones, en los que «poner macetas».