Una enseñanza o doctrina no solamente debería basarse en la Biblia, sino también debería contribuir a la edificación del cuerpo de Cristo, no causándole confusión y polémicas pseudobíblicas é infructíveras. Un criterio para la sana doctrina es que sean palabras buenas «para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (Efesios 4:29).

La polemica teológica sobre cuándo el creyente es llenado del Espíritu Santo, o al recibir a Cristo como Señor, o como una se-gunda experiencia aparte del nuevo naci-miento, realmente no ayuda, ni es necesaria. El Nuevo Testamento enseña de forma explícita que pueden suceder los dos casos: Hechos 8:14-17; 10:44-48 y 19: 1-7. Además la sana doctrina no se interesa tanto por el momento cuando haya sucedido esto, sino más bien por el resultado en la vida del cre-yente. «Por los frutos os conocerán», y no tanto por la exactitud de su teología.

Tristemente los mensajes sobre el Pentecostés, sea el histórico o el individual, a menudo se han venido reduciendo al hablar del don de hablar en lenguas. Pentecostés es, sin embargo, muchísmo más que la manifestación de lenguas. Tomando en cuenta toda la Biblía, el Pentecostés es un multiple cambio de paradigma en cuanto lo que es la fe en Dios.