En la vida de Salomón vemos que su generosidad era un reflejo de su amor por Dios. Pero antes de que Salomón pudiera reflejar ese amor por Dios, Dios reflejó primero su amor por Él, amándolo desde su nacimiento.
Y Dios también nos ha amado bondadosa y generosamente a través de darnos y entregarnos a Su propio Hijo como una ofrenda única, inigualable y extremadamente sacrificial. Al igual que Salomón, reflejemos un gran y profundo amor por Dios y por Su iglesia a través de nuestra generosidad.