Estos desastres, antes calificados como naturales, surgen ahora como eventos que nos indican al menos 3 cosas: (1) la vulnerabilidad del territorio es desigual, en términos sociales y biofísicos; (2) la apuesta por el cuidado de la naturaleza es la medida preventiva más fuerte que podemos hacer, y (3) el alcance de las políticas de prevención deben partir de las realidades y capacidades locales, para armar estrategias orgánicas que tengan sentido, y ser articuladas a nivel regional y nacional. La ONU dice que en México de cada 100 pesos que se dedican a estos eventos, sólo 1 es para prevención y 99 a atención de los efectos. ¿Será que podemos construir políticas de prevención a largo plazo?

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