¿Recuerdan la frase “Dónde hay orden ahí está Dios”? Esa que nos mencionaban constantemente nuestros padres cuando era notable el desorden de nuestra habitación.
Nuestra vida externa solo es un reflejo del estado en el que se encuentra nuestro interior. Es por eso que cuando hablamos de Dios, es importante entender que su naturaleza es de orden constante y que todo lo que se acerca a él, no importa la magnitud de su condición siempre experimentará el efecto de su carácter. Las escrituras nos enseñan que Dios no tiene problema de lidiar con el caos (desorden, desgobierno, confusión o desconcierto), sino que encuentra en ese tipo de circunstancias, una oportunidad para iniciar una obra milagrosa. Después de todo, quién de nosotros puede decir que no sabe lo que es el desorden emocional, espiritual o financiero. Esas etapas de nuestras vidas que inevitablemente requieren de la intervención del cielo. Estoy seguro de que sabes de lo que hablo y es por eso que quiero hablarles de esa forma tan peculiar de Dios de arreglarnos la vida.
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Génesis 1:1-2
¿Pueden ver lo que yo veo acá? ¿Desorden? ¿Vacío? ¿Tinieblas? Esta era la condición real de la tierra. Y es aquí donde dio inicio esa labor única y tan especial del Espíritu Santo, quien se movía sobre la faz del abismo ejecutando el orden que Dios pronunciaba mediante su palabra hablada. Esta tierra habla de nuestra condición de hombres y mujeres. La tierra de nuestro corazón se tornó vacía y en tinieblas, llena de pecado y vicios que nos impiden ver a Dios. Sin embargo, es en esta peculiar forma de vida, en la que Dios nos permite ver su naturaleza de perdón y orden.
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Efesios 2:1-6
Nuestra condición era simple: Estábamos muertos (Igual que al principio de la tierra), éramos por naturaleza objeto de una vida desgastada y sin sentido, pero Dios en su infinita misericordia nos dio orden a través de su Espíritu Santo.
Es en esta nueva condición de vida, que logramos ver el panorama de Dios y su promesa. Nos ordena para vivir esa vida en abundancia que promete y que ha diseñado para cada uno de nosotros.
En conclusión, hoy Dios nos está mostrando su amor y naturaleza. Que no puede permitir que vivamos en desesperanza o desorden constante. No importa cuán desastrosa pueda parecer nuestra vida, si le permitimos hacer su obra en nosotros, experimentaremos un cambio rotundo. Y esto es posible solo a través de Jesús y su sacrificio. Si crees en Él y su sacrificio tienes el derecho de vivir una vida ordenada y en esperanza, donde promete vivir en tú corazón y limpiarlo de aquello que te impedía verle.
Ánimo, Jesús es la respuesta.