Todo evangelista debe saber, una vez más, que la obra del evangelismo no es humana sino divina. Jonas lo comprendió de una dura manera, cuando los ninivitas se arrempitienron no fue por elsermón, ni por lo carismático del predicador, mucho menos por la logística; sólo Dios abrió sus corazones y ellos aceptaron. Dios evangeliz a pesar de los evangelistas.