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La mítica Nosferatu, joya del expresionismo alemán, fue la única película producida por los estudios Prana Film. El estudio había nacido en 1921, fundado por Enrico Dieckman y el artista ocultista Albin Grau, con el ambicioso propósito de rodar películas sobre temática sobrenatural.
Apenas un año después, Prana Film tuvo que declararse en bancarrota y cerrar. ¿La razón? Una demanda implacable presentada por Florence Balcombe, viuda de Bram Stoker, quien veía en Nosferatu un plagio de la novela de su difunto marido, Drácula, publicada en 1897.
La novela de Stoker cuenta la historia inmortal de un noble de Transilvania convertido en vampiro que emprende un oscuro viaje hacia Londres. Para dar vida a su conde, el autor se inspiró en el temido Vlad III, el Empalador, y en diversas fuentes literarias, como El extraño misterioso de Karl von Wachsmann o El vampiro de John Polidori, el relato que dio forma definitiva al arquetipo del vampiro romántico: seductor, inmortal y condenado.
Durante la preproducción, Albin Grau fue el productor y auténtico motor del proyecto, En su juventud, mientras servía en la Primera Guerra Mundial, conoció a un campesino serbio que afirmaba ser descendiente de una familia de vampiros. Aquella historia le fascinó tanto que, años después, quiso plasmar en el cine esa mezcla de superstición y oscuridad que nunca logró olvidar.
El guionista Henrik Galeen escribió un guion inspirado en Drácula. El problema era que no tenían los derechos de la novela ni el permiso de la viuda de Stoker.
Para evitar problemas legales, Galeen recurrió a la triquiñuela de cambiar los nombres de los personajes y trasladó la acción en otras localizaciones. Así, el conde Drácula se transformó en el siniestro Orlok, y el Londres victoriano se convirtió en la ficticia ciudad alemana de Wisborg.
Al principio la artimaña pareció dar resultado. Nosferatu se estrenó sin levantar sospechas… hasta que una carta anónima llegó a manos de Florence Balcombe, que le advertía que aquella película no era más que una copia descarada de Drácula.
Indignada, la viuda de Stoker emprendió una batalla legal contra los responsables del filme, dando inicio a un largo y tenso proceso judicial.
La justicia dio la razón a Florence. Prana Film fue condenada a pagar una fuerte indemnización y se vio obligada a disolverse. El tribunal ordenó además la destrucción total de Nosferatu: negativos, copias, todo.
Pero el vampiro ya había escapado de su tumba. Algunas copias fueron escondidas por coleccionistas y amantes del cine, que las duplicaron y distribuyeron en secreto por todo el mundo.
Gracias a esa resistencia clandestina, Nosferatu logró sobrevivir a su propia sentencia de muerte.
A finales de los años veinte, el filme llegó incluso a Estados Unidos, proyectándose en ciudades como Detroit y Nueva York.
Florence murió en Londres en 1937, exactamente veinticinco años después que su marido. Con su muerte terminó la persecución legal… y el vampiro de Murnau pudo, por fin, vivir para siempre.