Nuestros pecados nos alejan de Dios, pero cuando los confesamos y volvemos a Dios entramos a una relación hermosa, en ella somos bendecidos y beneficiados, pero, no solamente es esto lo que debemos considerar, sino que también hay una responsabilidad de parte de nosotros.
Nosotros debemos responder a Dios debidamente siendo obedientes y sabios, pero nada de esto podría ser posible a no ser que experimentemos la bienaventuranza que habla David, la misma bienaventuranza que habla Pablo, la bienaventuranza que solamente Cristo puede dar.