"Si los cristianos/as afirmamos la resurrección es porque afirmamos la vida en contextos de muerte: denunciamos la guerra, la barbarie y desigualdad. Gritar la Pascua es decir con voz solemne "Resucitó de veras, mi amor y mi esperanza" [3], pero cuando ese grito se refleja cotidianamente. La muerte no tiene la última palabra cuando realmente encarnamos a un Jesús que enamora y seduce por un estilo de vida que no necesita de palabras. Más bien, con gestos concretos, esta forma de vivir nos hace apartarnos de la negatividad y, frente al rencor, construye oportunidades de reconciliación."