"En el cuarto sencillo y triste, cerca de la mesa cubierta de hojas escritas, la sien apoyada en la mano, la mirada fija en las páginas frescas, el poeta satírico leía su libro.
La oscuridad del aposento se iluminó de una luz diáfana de madrugada de mayo; flotaron en el aire olores de primavera, y la Musa, sonriente, blanca y grácil, surgió y se apoyó en la mesa tosca, y paseó los ojos claros, en que se reflejaba la inmensidad de los cielos, por sobre las hojas recién impresas del libro abierto".
Así comenzaba el gran escritor mexicano, Manuel Gutiérrez Nájera, su relato "La protesta de la musa". La protesta, porque inevitablemente, el artista acaba defraudándola, en su afán de libertad y anarquía.
A veces aparece. Para unos, revestida de sensaciones, efluvios y fragancias; para otros, envuelta en bellas imaginerías; luminosa, pese a sus desgarradoras vivencias, y, en ocasiones, rota -aún más bella-. En tu cuarto, a la hora bruja, o en un campo de calabazas; no se sabe nunca cuándo, ni dónde ni bajo qué forma; pero a quien cree, se le aparece. Y cuando lo hace, solo cabe decir: "Gracias por apoyarte en mi mesa tosca".
La canción de Gainsbourg, que aquí convertimos en narración, es una adaptación que recoge su espíritu, no su letra, ni siquiera su voz; un tributo apropiado desde la adolescencia y que ahora traemos aquí por necesidad, tras las concurrencias de Coque Malla y Jeanette, en nuestro ciclo de Tributos adaptados, honrados y reconvertidos a nuestro estilo.
Música: Je t´aime... moi non plus, versión instrumental de Paul Mauriat