En el velatorio los gritos de dolor de la madre desgarraban el corazón de quienes estábamos presentes. No pude soportar por mucho tiempo ese aire de tragedia y pérdida. Había muerto, asesinado a mansalva, un hombre joven que apenas superaba la mitad de sus 30 años, pero ya había llegado al grado de comandante. En el difícil medio de la policía ministerial en México era respetado por sus compañeros y considerado como un líder.