Para Pablo, la fraternidad es un signo de autenticidad de nuestra vida cristiana, que brota de un corazón atento a Cristo, que nos dio el mandato del amor fraterno y nos lleva más allá de toda frontera. El evangelio mateano, en la línea de las parábolas del reino, nos invita a examinarnos en nuestras responsabilidades frente a los dones recibidos, que debemos siempre trabajar en beneficio de la humanidad. ¡Gracias, Señor, por esperar siempre lo mejor de nosotros!