A veces, el silencio de Dios nos hace sentir desanimados, pero ese silencio no es rechazo, es una invitación a profundizar las enseñanzas. Como la mujer cananea en Mateo 15, que no se rindió ante el silencio de Jesús, su perseverancia le trajo la sanidad que tanto anhelaba.

Si hoy sientes que Dios no responde, sigue clamando, sigue buscando, porque en ese silencio, Él está preparando algo mayor.

¡Tu fe puede mover montañas!