En la antigua Roma las calles no tenían nombre ni numeración, por lo que se tomaban como referencia edificios públicos, estatuas, jardines, tiendas o actividades, por ejemplo, la calle de los orfebres. Sólo las calles más anchas tenían nombre, y algunas poseían pasos de peatones con grandes piedras para poder cruzarlas los días de lluvia. Miguel Ángel Novillo López, profesor de Historia Antigua en la UNED.