Se trata de una tradición medieval de origen andalusí que la sociedad cristiana asumió y practicó con verdadera pasión hasta finales del siglo XVII. Nacido como una práctica militar en la que los participantes montaban a caballo a la jineta portando una lanza de caña en una mano y un escudo llamado adarga en la otra, se convirtió en el divertimento preferido de la corte. Vestían a la morisca, con lujosas vestimentas de seda con brocados de oro. Carlos V y su hijo, Felipe II, lo practicaron. Borja Franco Llopis, profesor de Historia del Arte en la UNED