Proteger nuestros neuroderechos según la Unesco: Nuestra libertad de pensamiento está en riesgo.
La carrera por la neurotecnología ha puesto en riesgo nuestra privacidad mental.
La Unesco ha aprobado un documento donde hace un llamamiento al uso ético de la neurotecnología.
Entienden que su mal uso entraña riesgos serios para nuestra libertad mental.
Especialmente en niños, jóvenes, ancianos y en las clases sociales más desprotegidas.
La neurotecnología médica está regulada pero sus aplicaciones comerciales no están tan controladas.
Cada vez son más frecuentes los wearables o dispositivos vestibles, que se aplican a los videojuegos, al aprendizaje o al marketing.
Ahora, la industria ya prueba con las interfaces neuronales.
Las que conectan el cerebro directamente con la máquina.
Es un paso más allá en la recogida de nuestros datos personales.
Los datos neuronales no son el rastro que dejamos en las redes sociales.
Se trata de los datos que generamos en nuestra mente, de forma inconsciente.
Si las compañías se apropian de esta información podrían emplearla para manipularnos o dirigirnos hacia sus intereses.
La Unesco alerta de que hay que proteger las emociones, los sentimientos y los pensamientos de las personas.
Entre el año 2014 y el 2021, la inversión en neurotecnología ha aumentado en un 700 por cien.
En este apartado entran los móviles inteligentes, las pulseras biométricas, los relojes, auriculares, las gafas inteligentes y los wearables.
Además, la irrupción de la inteligencia artificial generativa facilita la descodificación de nuestros datos neuronales.
Por otro lado, la organización teme que el acceso a esta tecnología abra una brecha en la desigualdad.
La mitad de estas empresas operan en Estados Unidos y un 35 por ciento en Europa.
El 80 por ciento de los habitantes con acceso a estas aplicaciones forman parte del norte global.
¿Y qué sucede con el sur de nuestro mundo?
Por no mencionar el acceso privilegiado que tendrían los empresarios o los más ricos.
Nos ha pasado muchas veces.
Buscamos algo por internet y de pronto, nos llegan anuncios al correo de ofertas similares para ese producto.
Si no protegemos nuestros neuroderechos, podrán saber de antemano lo que pensamos.
Y nos enviarán anuncios a la carta antes de que pensemos en comprar un producto específico.
Como suele ocurrir, la tecnología avanza de manera exponencial, a pasos agigantados, mientras que las leyes van a paso de tortuga.
En enero de 1990 comenzó la llamada ‘Década del cerebro’.
Y en abril de 2017 los científicos Marcello Lenca y Roberto Andorno ya propusieron poner freno a esta invasión en nuestros neuroderechos.
Otras voces autorizadas como la del neurobiólogo Rafael Yuste o la de la filósofa Sara Goering también nos alertan de lo mismo.
El español Yuste propone el reconocimiento de cinco neuroderechos fundamentales: a la identidad personal, al libre albedrío, a la privacidad mental, al acceso equitativo a las tecnologías de mejora y la protección contra los sesgos de los algoritmos.
Chile ha sido el país pionero en incorporar los neuroderechos en una reforma que hicieron de su Constitución.
No hay una solución fácil.
Las neurociencias nos permiten entender mejor enfermedades como el Alzheimer, el cáncer o el Parkinson.
Y pueden descodificar de forma sofisticada la información del cerebro humano.
Por lo tanto, hay que fijar límites en este desarrollo para proteger la dignidad de la gente.
Nuestros pensamientos, sueños, anhelos, deseos…
No permitamos que ‘hackeeen’ nuestros cerebros.
La libertad de pensamiento está en riesgo.