La globalización, en su forma clásica, parecía estar en su apogeo hace unos años, conectando países, economías y culturas de manera cada vez más estrecha. Sin embargo, en la actualidad, muchos expertos consideran que estamos viviendo una profunda transformación en ese proceso. En lugar de una integración global homogénea, estamos presenciando un escenario fragmentado, donde las relaciones internacionales se vuelven más complejas y competitivas. La rivalidad geopolítica ha recuperado protagonismo, con potencias que priorizan sus intereses nacionales y buscan fortalecer sus posiciones en un mundo cada vez más dividido. Elementos duros como las guerras comerciales, las sanciones y las disputas territoriales están en aumento, evidenciando un cambio hacia un modelo donde la cooperación global se ve desafiada por intereses contrapuestos. Esta reconfiguración global refleja una tendencia hacia un mundo menos unificado y más segmentado, donde las alianzas se vuelven más efímeras y las tensiones aumentan. En definitiva, la globalización no ha desaparecido, pero sí está en una fase de transformación profunda, marcada por una mayor rivalidad y un escenario internacional más fragmentado y competitivo.